10 de mayo de 2024

El Papa Francisco cumple ocho años de pontificado

El Vaticano.  Hace ocho años, Jorge Mario Bergoglio, jesuita argentino, llegó en marzo de 2013 a El Vaticano para participar en un insólito cónclave, originado en la renuncia del Papa Benedicto XVI, que decidió volver a ser el cardenal Joseph Ratzinger.

Pero el cardenal argentino no volvió a Buenos Aires: hoy cumple 8 años de pontificado con el nombre de Papa Francisco. Este sucesor de San Pedro es el primer papa que pertenece a la orden jesuita y también el primer latinoamericano que llega a esa posición.

También es el primero en adoptar el nombre de Francisco. El Papa Bergoglio se distinguió de inmediato por algunos rasgos que llamaron poderosamente la atención de los católicos de todo el mundo.

Se negó a vestir los ornamentos de su rango, incluso decidió no calzar los zapatos rojizos que se ofrecen al nuevo Papa en el momento de su investidura: siguió usando sus gastados zapatos negros.

Decidió no vivir en los apartamentos papales donde han residido todos sus antecesores, y se hospeda, hasta la fecha, en el Palacio Santa Marta, una especie de hotel donde se alojan los dignatarios de la iglesia católica que visitan El Vaticano.

Un Papa jesuita, que enamoró a los limpios de corazón y rescató del abismo a los que viviendo el mensaje de Jesús, la “Santa Madre Iglesia” les hacía sentir fuera de su comunión, porque había demasiados porteros, martillos de herejes que controlaban y sometían a hombres y mujeres que tomaban partido por los últimos, los marginados, por aquellos más débiles o ignorados por los imperialistas que desde hace años pugnaban por sentarse en la cátedra de Pedro.

Y este Papa cristiano, seguidor de Jesús, argentino, venido del tercer mundo, que llevaba en su corazón la compasión evangélica y que quería vivir la pasión compartida del Profeta de Nazareth, del amigo de los pobres, del cantor de las bienaventuranzas, reabrió las ventanas y las puertas de la Iglesia para que el aire -que ya estaba muy contaminado- se renovara y para que el Espíritu Santo, con su fuerza transformadora devolviera credibilidad a la Iglesia nacida de la Pascua.

Dicen que inició la revolución de la ternura, tal vez porque no “pontificaba” ni se sentía poseedor de la autoridad para condenar a nadie, antes bien, recordaba a aquel servidor del Rey que había organizado el banquete de su hijo y que por imperativo de su Señor, salió a los caminos a suplicar a los invitados que fueran a la fiesta porque todo estaba preparado.

Le oímos hablar de una Iglesia “en salida” porque Él mismo salió a los caminos al encuentro de todos los que buscan. Y desde el primer instante de su servicio petrino, se negó a ocupar el lugar del rey renunciando a la tiara pontificia al salir por el balcón a suplicar a los fieles que rezaran por Él.

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